Cuando un músculo es obligado a realizar un trabajo extenuante acaba
cayendo en un estado de fatiga cuyos síntomas principales son debilidad,
falta de respuesta y aparición de un cosquilleo tembloroso. Estudios
llevados a cabo en deportistas indican que este desmoronamiento muscular
aumenta casi en proporción directa al ritmo de disminución de glucógeno en el músculo.
Recordemos que el glucógeno es el combustible que se almacena en las
células musculares y que, al ser degradado enzimáticamente en los ácidos
pirúvico y láctico, proporciona energía. Su escasez, unido a una
disminución de la transmisión nerviosa provocada por la actividad
muscular prolongada, propicia la aparición de temblores.
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